miércoles, 16 de marzo de 2016

ABRIL de 1609




Sábado, 4 de abril de 1609.- España. Política, limpieza étnica y represión religiosa: Decreto Oficial de Expulsión de los Moriscos. (1609-1611)

En el bonito marco del Alcázar de Segovia, Felipe III firma la orden de expulsión de los moriscos. 300.000 personas habrán de abandonar la península.
El duque de Lerma y sus acólitos afirman que la medida marca el capítulo final de la definitiva reconquista de España, todavía amenazada por “infieles que abrazan la religión del perro Mahoma”. Pero en realidad esta medida fue más propagandística que otra cosa. El monarca y su valido buscaban un golpe de efecto popular que disimulara el fracaso que iba a representar la tregua con Holanda, el pillaje del oro y la plata española por parte de cualquier barco inglés u holandés que pasara por allí, la corrupción interna, que era de proporciones pocas veces igualada en la Historia de la Humanidad (tal vez ahora superada en el siglo XXI en la Valencia del Partido Popular y en la Andalucía del Partido Socialista Obrero Español)

Fotos exclusivas de la época: Esperando en la playa para ser deportados y redadas por los pueblos.

Consulta del Consejo de Estado en presencia del duque de Lerma. Se decreta la expulsión de los moriscos de España. Para convencer a la nobleza, que se vería perjudicada por la pérdida de muchos trabajadores baratos, se les compensa dándoles las haciendas de los expulsados y dejándoles endurecer las condiciones en que van a currar los cristianos que les sustituyan como peones. La operación, perfectamente organizada a pesar de rebeliones como la de los 6.000 moriscos de La Muela de Cortés y los 15.000 del valle de Laguar, se completa antes del final del año siguiente, si bien hasta 1614 no son capturados los últimos huidos. El despliegue de buques y soldados es inusitado. Los expulsados se estiman en 5.000 en Cataluña, 13.000 en Murcia, 55.422 en Aragón, 68.000 en Castilla, Extremadura y Andalucía y 117.464 en Valencia. ¡Casi ná!


"La expulsión de los moriscos en Vinaroz" por Pere Oromig y Francisco Peralta.

"La expulsión de los moriscos en el puerto de Denia" por Vicente Mestre.

Esto pone en el "bocata" del cuadro: "Los moriscos embarcados en Denia, asistiendo don Cristobal Sedeño, procurador general del marquesado de Denia, fueron 47.600".

Otra toma de la movida en el puerto de Vinaroz.


"Llegada de los moriscos expulsados al puerto de Orán" por Vicente Mestre.

Esto es lo que pone en los bocadillos del cuadro: "La mayor parte de los moros del reino de Valencia fueron desembarcados en el paraje de Orán, para ir a Fez y a Marruecos, pero los árabes africanos les salían al camino y les robaban y mataban y forzaban a las mujeres. Otros fueron a Argel, Túnez y Tetuán".

"Hallóse por los registros de las aduanas de los cuatro comisarios generales, que pasaron de 150.000 los que pasaron a Berbería, sin contar los que mataron o quedaron en el reino vivos, y mujeres, que pasaron de mil."


Expulsión en Alicante / Bonita Ilustración sobre el tema / Publicación de 1613 en la que se narran los hechos.

Los moriscos habían constituido un valioso elemento productivo y habían creado un eficaz sistema de regadíos en Andalucía. Su expulsión tuvo consecuencias negativas para la economía española. Hubo gran escasez de productos agrícolas, que hubieron de ser importados a cambio de metales preciosos. Muchos de ellos se dedicaban a la profesión de arrieros, por lo que tras su expulsión, los transportes se encarecieron.
A pesar de tan drástica expulsión, durante todo el siglo XVII aparecieron abundantes núcleos clandestinos de moriscos en Arévalo, Medina, Pastrana, Salamanca, Granada, Alcalá, Segovia, Ávila y Toledo.

Cervantes, siete años después, en su "Persiles", hará expresarse a uno de sus personajes, un venerable renegado morisco, de aquesta guisa, un tanto pelotari para con el monarca
:
"¡Ay, si han de ver mis ojos antes que se cierren libre esta tierra destas espinas y malezas que la oprimen! ¡Ay, cuándo llegará el tiempo que tiene profetizado un abuelo mío famoso en astrología, donde se verá España de todas partes entera y maciza en la religión cristiana; que ella sola es el rincón del mundo donde está recogida y venerada la verdadera verdad de Cristo! ¡Morisco soy, señores, y ojalá que negarlo pudiera!; pero no por eso dejo de ser cristiano, que las divinas gracias las da Dios a quien Él es servido, el cual tiene por costumbre, como vosotros mejor sabéis, de hacer salir su sol entre los buenos y los malos y llover sobre los justos y los injustos. Digo pues, que este mi abuelo dejó dicho que cerca destos tiempos reinará en España un rey de la casa de Austria, en cuyo ánimo cabría la dificultosa resurrección de desterrar los moriscos della, bien así como el que arroja de su seno la sierpe o bien como aparta la neguilla del trigo, o escarda, o arranca la mala yerba de los sembrados. ¡Ven ya, oh venturoso mozo y rey prudente y pon en execución el gallardo decreto...!"

Este párrafo del maestro de las letras hispánicas, al igual que otros, refleja el sentimiento de prácticamente todos los españoles de la época. El edicto de desalojo no fue una despótica medida de Palacio. Felipe III tradujo con él, y al pie de la letra, la voluntad del pueblo. Fue, además, un golpe de efecto para la galería, dado el bajón de popularidad que tanto el rey como su valido estaban sufriendo por aquellos años.
El proprio Cervantes, que no era precisamente un portavoz de la oligarquía, jaleaba al monarca en ese mismo pasaje del "Persiles" con talante y entusiasmo de rabanera (aunque sin rebajar por ello su acostumbrada dignidad de estilo):

"¡Ea, mancebo generoso; Ea, rey invencible, atropella, rompe, desbarata todo género de inconvenientes, y déjanos a España tersa, limpia y desembarazada desta mi mala casta, que tanto la asombra y menoscaba. No los esquilman las religiones, no los entresacan las Indias, no los sacan las guerras; todos se casan, o los más, engendran, de lo que se sigue y se infiere que su multiplicación y aumento ha de ser innumerable!"
¡Ea, pues, vuelvo a decir, vayan, vayan, Señor, y deja la taza de tus Reinos resplandeciente como el sol y hermosa como el cielo!



Cuando Felipe III decidió la expulsión, cediendo así a la presión mediática de Lerma y la espiritual del beato Ribera, las tolvas de ese molino llevaban más de una centuria tragando majuelas de intolerancia, cáscaras de disimulo y cañamón adobado en sangre, o, como diría el de Lepanto, neguillas de mala hostia. Los reyes Católicos, al ceder Boabdil (o al comprarlo con artes de charlatán) dieron una capitulación por la que se comprometían a respetar las mezquitas, los trajes, y los tribunales de los vencidos. Papel mojado, claro está, pues aquellos aristócratas carecían de palabra. Conque las buenas gentes del Albaicín tuvieron que descolgar los alfanjes, cuyo temple apenas llevaba una década tiritando bajo el polvo, y corrieron a la Alpujarra de costumbre. Año de 1500, empieza un siglo, quizá una época, con la primera sublevación de los "mastines". Intervino Fernando de Aragón y el 11 de febrero de 1502 apareció una premática que obligaba a los moros a salir de la península o renegar del islamismo. En esa encrucijada comienza la discordia, pues casi todos los aludidos prefirieron quedarse mascullando eppur si muove. Años después, Juana, la reina loca, tan hidalga, se dignó conceder a aquellos perros un plazo de 6 años para que depusieran sus albornoces y kaftanes, y aun lo ensanchó luego por 10 más. Vino Carlos I, el emperador del Sacro Imperio Germánico Romano, y en 1525 la situación alcanzó tensiones insoportables, cuando la Administración dictó que los moriscos no podían abandonar sus pueblos habituales de residencia, que no saldrían de casa sin lucir en el sombrero una media luna de paño azul, que no habrían de trabajar en domingo ni fiesta de guardar, que los almuédanos se abstendrían de piarlas en el minarete, ítem más, que a ser posible se derribara el minarete con el almuédano encima, que las mezquitas se clausuraran sine die y que todos los idólatras de Alá recibieran aguas bautismales antes del 8 de diciembre del año en curso. Los interfectos solicitaron al monarca una moratoria de 4 décadas, y como la castellana corona no disponía de medios para llevar a cabo el chantaje, aceptó la demora. Expirado el plazo, en 1566, reunióse en Madrid un monipodio específicamente concebido para sajar el quiste. Fruto de las deliberaciones fue una nueva andanada de sartenazos. Se prohibía el uso de la lengua árabe, la indumentaria magrebina, cualquier besamanos o rito no sancionado por Roma, los capullos sin prepucio y la muelle, satánica, pecaminosa costumbre de incurrir en pediluvios, alemas, zambullidas, duchas, calumbos, abluciones, baños e hidroterapias. ¿Quién dijo miedo? Pintaban sables y los moriscos se buscaron un caudillo al que siguieron durante 3 años de guerra. El pronunciamiento no hubiera durado tanto sin la mudanza (más bien transubstanciación) en Aben Humeya de don Fernando de Córdoba y Valor, caballero veinticuatro de Granada, tataranieto (según Hurtado de Mendoza) de un nieto de Mahoma, vástago por línea directa (según Mármol Carvajal) de los Omeyas cordobeses, señorito andaluz, musulmán agazapado, calavera impenitente, espadachín, codicioso, ambicioso, valeroso, aristócrata de la víspera, a lo mejor un poco resentido con la sociedad y literalmente acogotado por sus deudas. Así que cogió la ocasión al vuelo y en 1568 se hizo coronar rey, al estilo muslime, de las cálifas moriscas beligerantes en la serranía.
Liquidó el bastardo Juan de Austria a los fedayines insurrectos, racaneó por escilas y caribdis el siempre indeciso rey Felipe II, y fue su hijo homónimo y tercero, quien entre muchos dimes y diretes terminó promulgando el dichoso edicto de expulsión. Tras ella, festejaban los españolitos el hecho. 

Dicharacheaba Lope de Vega:  

Tome un poeta a la aurora
Dos tragos sanmartiniegos,
Con dos bocados manchegos
Desto que Mahoma ignora
(Belcebú lo lleve presto
A Argel o Constantinopla)
Y podrá, de copla en copla,
Henchir de versos un cesto.

Tirso de Molina se marcaba este otro cantar:

Mos vemos entre diabros
De mastines, con perdón;
Donde ninguno se ve
Que rezando a San Noé
Se encomienda a San Jamón.

O aquello de:

Es gran perrazo
Ni vino bebe, ni tocino come;
Y me juran que desde muy mochacho
Su ordinaria comida
Ha sido macho.

El jesuita cordobés García de Morales en la conclusión de su "Guerra de las Alpujarras":
"Los años venideros se echó bien de ver, que había sido conversión de priesa y sin fundamento, porque adelante vivían en su ley como si no fueran bautizados: Al fin este año de 1609, Su Majestad, D. Filipo III desterró de sus reinos a toda esta generación, notable caso y admirable y cristianísima resolución: quitar la roña que podía inficionar".

Los Moriscos, musulmanes se supone que conversos, son expulsados de España por Felipe III. La salida de 275.000 personas hacia territorio musulmán entre 1609 y 1614 será un golpe muy duro para la economía y sobre todo para la agricultura (el reino de Valencia pierde al 30 % de su población, Aragón el 20 %).

• Flandes. Botánica: Fallece en Leiden el 4 de Abril de 1609 Charles de l'Écluse o “Carolus Clusius”como gustaba de llamarse, el muy idiota; era médico y botánico flamenco, uno de los más famosos del siglo XVI. Fue el creador de uno de los primeros jardines botánicos de Europa, en Leiden, y es considerado como uno de los fundadores de la horticultura por soleás. De los primeritos también en realizar descripciones realmente científicas de plantas.

Miércoles, 8 de abril de 1609.- Escocia. Política: Muere Mark Kerr, I conde de Lothian, estadista escocés.

Jueves, 9 de abril de 1609.- En Flandes, se firma la Paz de Amberes, también llamada ‘Tregua de los Doce Años’Tratado de tregua por 12 años entre el señor rey católico don Felipe III y los señores archiduques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia de la una parte, y los Estados de las Provincias Unidas de los Países Bajos y el ministro Oldenbarnevelt de la otra, ajustado y concluido por mediación de los señores reyes de Francia y de Inglaterra y otros potentados, en Amberes, a 9 de abril de 1609.

Detalle de la alegoría de la tregua / Grabado de lo mismo / Mapa de Flandes.


El documento constaba de 38 artículos. En el 1º dellos, la monarquía hispánica y el archiduque Alberto admitían tratar a las 7 provincias rebeldes del norte como "Estados libres". El artículo 4 era tan ambiguo en lo referente al comercio de ultramar, que de hecho permitía a los holandeses hacer lo que les venía en gana en ambas Indias.
Con esta firma, comienza la llamada "Pax hispánica". Los soldados ceden el paso a los diplomáticos. Agentes y embajadores serán los encargados, a partir de este momento, de mantener la influencia de España en Europa. Sería una época de paz precaria, una especie de juego de prestidigitación que dependía sobre todo de la pasividad de Francia, el gigante dormido. Si lo deseaba, Francia podía cortar con suma facilidad el conocido como "paso español", es decir, la vía Milán - Bruselas, bloqueando y dividiendo así a las tropas españolas. Podía hacerlo en cualquiera de estos 3 lugares estratégicos: 

a) La frontera franco-saboyana, 
b) el valle suizo de La Valtelina o 
c) el curso septentrional de Rin, sobre todo si Francia, tal y como temían los españoles, se lograba anexionar el ducado, por aquel entonces aun independiente, de Lorena.

Alegoría de la tregua de los 12 años. Lienzo de Adrian van de Venne. Museo del Louvre,


A pesar de que el duque de Lerma encuentra resistencia a la firma del tratado en cierta parte del Consejo de Estado, donde ha empezado a germinar un partido contrario a la paz liderado por Baltasar de Zúñiga, este tratado supone un gran triunfo personal para él, ya que su opinión siempre ha sido que España debe imponer su prestigio a través principalmente de una bien organizada gestión diplomática en todas las cancillerías europeas, recurriendo a las armas sólo como última medida. Sin embargo, la jugada no va a salir gratis: este acuerdo reconoce de facto a las Provincias Unidas como estado libre (algo inconcebible una década antes) y deja a los holandeses la suficiente capacidad de maniobra para continuar creciendo como potencia mercantil en las Indias, tanto Orientales como Occidentales. Las tropas españolas en Holanda se reducen de 60.000 a 20.000. Madrid se llena de pendencieros veteranos de Flandes, fulleros, delincuentes y chulo putas.

1609 Grote markt de Amberes.



Viernes, 10 de abril de 1609.- Tregua de los 12 años: España, con esta firma con las Provincias Unidas de los Países Bajos reconoce de facto la libertad de los holandeses para comerciar tanto en la Indias Orientales como en las Occidentales.

Paz entre España y Holanda... ¡Buen rollito! Los tercios aprovechan la tregua para visitar Ámsterdam.


La rúbrica sucede en Amberes, gracias a una mediación de un tal Pierre Jeannin en nombre del rey de Francia. Esta Tregua de Doce Años en la larga Guerra entre España y las Provincias Unidas (Holanda) acaba en un reconocimiento de hecho de la independencia de los oranges, y les permite asegurarse el control de Sudeste asiático frente a los Ingleses. ¡Qué vergüenza!





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